Una semana de ómnibus, lágrimas y fideos con tuco

Patricio Adorno Politólogo y Docente

Semana compleja la que terminó y ardua la que se avecina. Los que son gobierno, los que no y los que quisieran serlo pero no los dejan, desde el lunes pasado vivieron jornadas intensas en la previa de una semana que, en principio, estará signada por una nueva y maratónica sesión en la Cámara de Diputados de la Nación para ver si, por fin, la "Ley Bases" obtiene media sanción.

En principio, su ratificación estaría garantizada. Pichetto, De Loredo, Stolbizer y compañía, vendrían contando las horas para sacarse de encima los más de doscientos artículos de un proyecto de ley que, al oficialismo, parece no importarle. Es lo que se entendió cuando el Javo soltó un contundente: "Hagan lo que quieran con la Ley Bases". ¿A qué se debe la vocación de la "oposición dialoguista" por avanzar con algo que el gobierno dice necesitar pero no querer? ¿Acaso se cansaron de, como se dice en el fútbol, llevarse la marca de la gestión?. Y si fuera así, ¿Llevarse la marca de quién?, ¿De "Toto"?, ¿De Sandra?, ¿Del propio Milei?.

Entre los interesados por sacar cuanto antes la ley del gobierno, De Loredo es el que peor la llevó esta semana. Mientras que Pichetto, viejo zorro parlamentario, anotó un punto importante a favor de la CGT. De hecho, el ex candidato a vicepresidente de Mauricio Macri, logró frenar la incorporación de los setenta nuevos artículos que Julio Cordero (flamante Secretario de Trabajo de la Nación) quiso incluir el domingo pasado, entre gallos y medianoche.

Antes de continuar, una breve acotación: decimos nuevo "flamante", porque Sandra Pettovello (Ministra de Capital Humano), esta semana perdió dos funcionarios más. Sumando un total de veintiséis personas que, en los ciento cuarenta días que lleva la gestión, abandonaron el barco libertario. Si hicimos bien las cuentas, hablamos de una renuncia cada cinco días, en promedio.

Pero volvamos al tema. Decíamos que De Loredo, presidente del bloque de diputados de la UCR, es el que peor la sacó. Resulta que el cordobés, que marchó en defensa del presupuesto de la Universidad Pública, no sólo fue abucheado públicamente en su tierra natal sino que, mientras brindaba una conferencia de prensa en la puerta del Congreso de la Nación, fue tratado de "sorete" por un colectivero que cumplía con su recorrido diario. ¿Por qué la bronca contra el diputado radical? Porque mientras él estaba afuera con el periodismo, puertas adentro faltaban apenas tres diputados para obtener el quórum y habilitar el tratamiento en la cámara baja, de la ampliación presupuestaria para las universidades públicas.

Por supuesto, es entendible la posición del cordobés (aunque nadie le quitará el costo político que está pagando). ¿Por qué habilitar una sesión convocada por Unión por la Patria y exponer políticamente al gobierno cuando, con la multitudinaria marcha del día martes, las universidades ya habrían conseguido torcerle el brazo?

De hecho, la marcha en defensa de la Universidad Pública fue bastante incómoda para el oficialismo. No sólo porque reaccionó mal y a dos tiempos con la, hoy icónica, imagen del león tomando "lágrimas de zurdos". Con la que el Presidente de la Nación buscó resumir la movilización. Sino porque fue la primera vez que el gobierno no pudo capitalizar políticamente la presencia del elenco estable de la casta: Cristina Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof, entre otros. Quizá, no pudo hacerlo porque se encontró con una defensa espontánea y transversal de una institución profundamente asociada al ideal de movilidad social ascendente en el segmento de la sociedad que, hasta ahora, carga sobre sus espaldas la mayor parte del ajuste: la clase media.

Un ajuste que, a pura licuadora, motosierra y bicicleta (si, los economistas se ponen cada día más creativos con las analogías) entusiasma al gobierno en su guerra contra la inflación, y que, de acuerdo a las estimaciones privadas que consulta el oficialismo (ante lo que surge naturalmente la pregunta, ¿acaso las mediciones del INDEC no sirven?), podría romper el piso del 10% mensual en las próximas semanas. De concretarse, sería una excelente noticia para un gobierno cuya confianza aún no se ha derramado sobre el sector privado y los grandes inversores. Será por eso que, en el Hotel Llao Llao, el Javo apuró a los asistentes diciéndoles que "en algún momento van a tener que poner las pelotas e invertir" ¿No la ven?.

El que parece que no la ve, es el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou. Que en la cena anual de la Fundación Libertad y como quien no quiere la cosa, se distanció del modelo del libertario. Al parecer, en Uruguay (dónde la gran mayoría de los que "tienen que poner las pelotas" tendrían sus enormes fortunas) es el estado el garante de la libertad haciéndole "piecito" (guiño, guiño) a los individuos de la mano de instituciones y democracia fortalecidas. Por supuesto, el Javo, ni se inmutó, porque en esa cena tenía otro objetivo en mente: darle una lección pública a los economistas "petardistas y tribuneros", que critican abiertamente la sostenibilidad del programa económico del gobierno.

En particular, entre curiosas imitaciones y una variedad de insultos, improperios y descalificaciones que nos remitieron a sus años de panelista televisivo, se las agarró con dos especialistas que, desde su punto de vista, todavía no entienden que con su programa "la economía va a subir como pedo de buzo". Hablamos de su viejo mentor Carlos Rodriguez y, del frustrado ministro de Patricia Bullrich, Carlos Melconian, el de los "fideos con tuco".

Particularmente, el economista armenio, fue en la última semana bastante crítico con el programa económico del gobierno. Al punto de sostener que no hay tal cosa como un plan, mucho menos uno de estabilización. Y, aunque en particular señaló enfáticamente la falta de "tuco" (dólares para la dolarización) por el inminente calendario de pagos a los acreedores externos (al que deben sumarse los 5.000 millones de dólares que China prestó con el swap y que ahora quiere cobrar producto del destrato gubernamental) y la insostenibilidad de un ajuste fiscal apoyado principalmente en la licuadora, la bicicleta (que se refiere puntualmente al no pago de la deuda estatal con las empresas energéticas) y la suba de impuestos. Su principal preocupación radica en la recuperación, ¿Cómo vamos a salir de la recesión sin ahorro privado ni inversión pública?. Si tenés la mitad de la maquinaria parada porque la gente no compra lo que producís ¿Quién va a querer invertir en más máquinas? Se pregunta Melconian.

En fin, la que pasó fue sin dudas una semana compleja y traumática para el oficialismo y, en menor medida, para la oposición.

Se viene el día del trabajador. ¿Llegaremos con ley?, ¿Les harán caso los asesores del Javo a los diputados y lo mantendrán lejos de Twitter por lo que dure la sesión?.

Veremos.

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